Archive for the ‘Narrativa’ Category

Ocaso de la fidelidad

June 24, 2011

Una vez más, se encontraba desnuda frente al otro, haciendo preguntas y planteando fantasías, el maestro la escuchaba atento, flotante entre ocurrencias, mientras el cigarrillo humeante seducía la expectativa de respuesta a la demanda. El silencio enervante evocaba la partida, la separación emblemática, el sentimiento de abandono y la reiteración de la descalificación, la confirmación del no lugar. El maestro aguardaba el momento oportuno para la construcción, sin presiones, sólo las energéticas. Ella ansiaba mirarlo, sorprenderlo, descubrirlo en un gesto, él sostenía apaciblemente su cigarrillo, la mujer desnuda se debatía entre el arrebato de la expresión pasional o la partida pudorosa.

El maestro era un hombre maduro, aborrecía y amaba viajar en el tren, la velocidad lo angustiaba, quizá la soledad del encuentro con el ventanal de las asociaciones lo arrojaba al rompimiento del espejo.

La mujer desnuda se posaba sobre aquél, lo recorría punta a punta, le deleitaba acariciar con los labios su frente, avasallar al ejército seminal y murmurar en la oreja cuánto le costaba desprenderse de los ropajes de la moral coercitiva,  ¿legado inapropiado, impuesto como escrupuloso andar? Coqueteaba con la idea de provocarlo, sonrojarlo, entumecerlo, pero, sólo quedaba en el “inocuo” fantaseo.

Cierto día, el profesor se ausentó, ella se descubrió desnuda en medio de la nada; ¿acaso había olvidado el encuentro?, ¿algo tan intenso en ella podía pasar inadvertido para aquél?, preguntas iban y venían al salir del cubículo atormentador, el llanto le acompañaba, la sal de sus lágrimas embriagaba el momento, revivía el desencuentro mientras sus pasos la llevaban a un trayecto en círculo, cuyas huellas dibujaban la periferia.

Agotada, decidió mirar sus manos, descubrirse el rostro, despojarse de atavíos, liberarse de máscaras, romper con los ídolos, dialogar con el coral de la fantasía. El maestro se había ahogado, lanzarse a las aguas y beber su reflejo lo condujo a un lugar mortífero.

La mujer desnuda caminó un poco más, atravesó el país de la decadencia, las componendas, la perversión, el cacicazgo, la frivolidad, la hipocresía, el aburguesamiento conveniente, la nebulosa moralidad.

Esta vez, la mujer desnuda se atrevió a mirarse, reconoció una imagen de su cuerpo, dejó de buscar que sólo el otro le hablara de su desnudez, descubrió sus heridas y recordó aquello que nunca fue.

Luego, ella abrió los ojos, inusitadamente, produjo un movimiento con el que apagó el fósforo que el hombre maduro emplearía para encender el próximo cigarrillo, lo miró y sonrió después de haber sacado el cuerpo inerte de aquel lago.

Tanya Vázquez

Alguien me observa

June 24, 2011

Los colores de hoy van desapareciendo, y yo me preparo para quitarme el día de encima llegando a casa. Al abrir la puerta, mi fiel escudero y compañero “Bruce” me recibe moviendo la cola en señal de gusto por haber llegado temprano. Otros días, cuando llego, él ya está dormido y sí despierta al escuchar mis pasos, pero sólo me mira y se vuelve a dormir.

Preparo la tina, burbujas con olor a menta me esperan, una copa, un cigarrillo, algo de música suave, y velas por doquier adornan mi guarida. Estoy completamente dispuesta a sumergirme algunas horas en esa agua viva que me invita a pensar. Tiro la toalla que me cubre y al caminar hacia el cuarto de baño, me percato de que la ventana que da a los departamentos de la otra acera, está abierta y al acercarme más veo que nuevamente estás allí cómodamente recargado en tu ventana, ¡viendo hacia mi cuarto de baño! y a la vez me buscas entre las ramas de los árboles que hay  entre tu depa y el mío.

No es la primera vez que me observas, pero… ¡nunca había estado yo desnuda!

Con pena me cubro nuevamente y al acercarme más a la ventana e intentar cerrarla y correr la persiana, me sonríes avergonzado, como un niño que ha hecho algo malo y espera una paliza, bajas la mirada y eso provoca que yo me sienta tranquila, al mismo tiempo recuerdo que cuando coincidimos en la tienda de vinos, galantemente me ofreciste tu tarjeta y yo te anoté mi número en tu mano.

¡No esperaré más, te llamaré ahora!

No tardes que la tina y yo estamos listas.

Completamente dispuestas para ti.

Adriana Cisneros Garza

El sueño de la oruga (fragmento)

June 24, 2011

Julián se puso de pie y aclaró la garganta.

 —Lo que les voy a decir por favor no me lo tomen a mal. No es una predicación religiosa: es la reflexión de una experiencia de vida. Recuerden que sólo el que se ha quemado sabe lo que es el fuego, y yo fui abrasado por las llamas —tomó un sorbo de agua y continuó—: Todo mundo nos impulsa a que seamos unos ganadores, líderes, triunfadores; nos exigen, nos empujan a que seamos algo que no somos. La realidad es que no somos ganadores, nadie lo es. Lo que es un hecho verdadero es que sí somos unos perdedores, han escuchado bien, perdedores, jodidos, fregados, ésas son las palabras correctas que mejor describen la vida de todos y cada uno. Mírense ustedes en su interior, ¿acaso están contentos con la vida que llevan?, ¿han alcanzado lo que una vez les hicieron desear?, ¿se sienten satisfechos con ustedes mismos? Respóndanse con sinceridad, ¿saben por qué la respuesta les asusta?, porque les duele reconocer que son los que les digo: perdedores, fracasados.  Perdieron lo que más deseaban por alcanzar eso que no poseen. Yo por suerte me di cuenta de quién realmente era yo. Soy un perdedor y estoy feliz de haberlo reconocido.

Ricardo Díaz Vázquez

 

Perdón por todo

June 24, 2011

-Perdón por todo, no vaya a ser que…

-¿Qué? -preguntó él sin darse por enterado de la intención de sus palabras y luchando por anudarse la corbata que, finalmente, ella terminaría de hacer.

Llevaba tiempo intentando ocultarlo, era demasiado arrogante para aceptar que pronto no estaría ya controlándole, que ya no sería ella quien decidiera lo que iba a desayunar o decirle que camisa y corbata debería llevar con el traje que le había “sugerido” la noche anterior.

-Nada, olvídalo. Ven, acércate, ese nudo te está ganando. ¿Te preparo el desayuno?

-No te levantes, descansa. Es sábado y mereces quedarte en cama por lo menos este día.

 No lo has hecho desde quien sabe cuántos fines de semana sumergida entre tanto

 trabajo. Te ha agotado demasiado. Deja este día para ti y mañana para los dos, ¿te

 parece?

-Tentadora tu oferta y, con semejantes argumentos, ¡ya quiero que sea mañana!

La miró y advirtió la chispa en sus ojos color café otoño, le besó los cabellos que caían como cascadas de petróleo sobre la frente, le acarició la barbilla y se marchó con una tierna sonrisa adornándole el rostro y la gabardina gris pardo que un día antes ella le trajera de la tintorería.

Se quedó ahí, tendida sobre la cama mirando al techo -Ese candil necesita ser limpiado.- pensaba y se decía en voz alta. Fanática del orden y la limpieza, era seguro que no permanecería en cama por mucho tiempo si ya había encontrado el pretexto perfecto para levantarse tratando de ignorar si sería por última vez.

Rosario González

Dormir desnudo

June 24, 2011

Contraté el helicóptero para que estuviera sobre el edificio del muelle de pescadores mientras le decía a Natalia que se casara conmigo. Ella estaba desesperada. No me oía. Se detenía los cabellos, la falda. Fue emotivo cuando brindamos con agua en vasos desechables. Lloró. Un poco. Moqueó. Y bajamos las escaleras como si James Bond nos estuviera persiguiendo. Al reír, me ahogaba. Y su mirada era de complicidad. Cuando me puse a mandar mensajes de autofelicitación, Natalia también sacó su celular y le dijo a todo mundo que se iba a casar conmigo.

Estacioné_______* como pude y nos sentamos en la terraza del _________*, donde alguien dijo: un café ayuda y el tiempo pasa. Era la clave. Se acercó el mesero y cantó como si fuera su propia boda.

Al regresar del viaje de bodas, mi querida esposa me dijo que no siguiera acostándome desnudo. Ella había preparado, en el tercer piso de _________* una exposición nocturna de colchones, con personas incluidas. Los que tuvieran sueño profundos y placenteros ganarían un descuento en lo que quisieran comprar en toda la tienda. Los que tuvieran insomnio, pesadillas o se levantaran para orinar, serían descalificados.

Los que durmieran desnudos esperarían a que todos estuvieran dormidos para buscar un colchón desocupado y tendrían que levantarse antes de que los demás se despertaran. Y no me dijo qué ganaría.

¿Cómo podía decirle que no a mi esposa? ¡Claro que pensé que era un plan idiota! Y me quedé callado. Pensé que entre los invitados habría alguien como yo.

Cuando se retiraron los fotógrafos y se apagaron las luces, yo todavía estaba vestido. Junto al elevador había varias sillas de plástico. El aire acondicionado había bajado la temperatura más de diez grados. Nadie estaba esperando junto a mí y dos horas después seguían los cuchicheos en varios puntos de la enorme galera.

¡Basta!, me dije. ¡Tengo sueño! ¡Estoy aburrido! Si esta gente no se duerme en quince minutos, me voy. No me interesa que, por ganar una rebaja, se haya puesto todo tipo de ropa para dormir. Yo juraba que en algunos colchones estaba algún tramposo que dormía desnudo en su casa y que aquí fingía. Además, ¿cómo habían sido seleccionadas las personas? Quizás fueron eliminados los que duermen desnudos para dejarme en ridículo.

Podía irme a dormir si me dejaba la ropa interior, pero entonces mi querida esposa habría ganado y en casa tendría que seguir durmiendo vestido. ¡Joder!

En casa el clima está controlado. Aquí, debí revisar las condiciones de este concurso, porque está frío con exageración. Me entretuve contando los colchones. Me equivocaba y volvía a empezar. Estaba prohibido que durmiera sentado en la silla. ¡Duérmanse, carajo!, pensé gritar, pero también estaba prohibido. Santo Kafka de mi vida, me siento cucaracha en espera del silencio para arrastrarme por… ¡no dejaron espacio entre los colchones! ¿Cómo iba a pasar? ¡Iría despertando a toda esta gente buena y bien vestida! ¿Cómo voy a pasar? Pueden fingir que no miran, pero hay cada cabulita. No me podía confiar. A las dos de la mañana todo mundo estará dormido y puedo dormir dos horas.

Y todo esto, ¿para qué? ¡Qué voy a ganar? Ya vi que se puede dormir con ropa. Ya puedo irme a casa. Pero mi querida esposa me advirtió que la tienda estaría cerrada.

Bajé al segundo piso e imaginé que el área de estufas y refrigeradores podía servir para promover un restaurante con colchones. Después de esta noche, no sería novedad pero podría hacerse unos años, mientras pasaba la euforia.

Tampoco era nada del otro mundo. Hay películas con gente que se queda de noche, atrapada o por gusto, en estas tiendas. Hay veladores que deben sentir lo que yo estoy sintiendo: quiero dormir en mi cama, desnudo, como me gusta. Y si a la loca de mi esposa no le parece, la puedo ubicar en otra recámara. Y si insiste, la puedo mandar a otra casa, donde haya un hombre vestido en su cama.

¿Por una noche difícil voy a divorciarme? ¿Qué se sentirá dormir vestido? La gente en las funerarias no duerme. Platican y platican. Y algunos se duermen sentados, recargados en el hombro de algún pariente.

¡Mi esposa o yo!

Gané.

Regresé del tercer piso. Me desnudé y pise cuanto colchón mientras buscaba uno desocupado.

¡A la…!, pinche vieja, no me dejó colchón, pensé, o dije, y busqué entre las mujeres que dormían una que no roncara, que no ocupara todo el colchón, en fin, ya sabes, cuando encontré una mujer desnuda. Se había quitado la ropa en sueños (en la mañana juró que no hizo trampa). Dormí con ella y no nos importó que pasaran las horas y abrieran la tienda, a las once en punto, cuando dije los que no quieran ver, que cierren los ojos. Me levanté y oriné en una maceta. Fue como aprender portugués en un día. Ya no quedaba nadie en _________*

*El autor ha tenido problemas por usar marcas registradas en sus cuentos, por lo desde el año 2006 deja que los lectores pongan el dato que falta.

Jaime Velázquez

Oscuridad en marcha

June 24, 2011

He dejado de percibir el olor a sudor, tampoco me molesta más el inevitable contacto con los cuerpos vecinos, del golpe en mi cabeza sólo queda un constante zumbido, es como si alguien hubiera picado mis sienes con un alfiler y por ahí se me escapará el aire poco a poco, ssssssssss, parece que todo se me fuga a la velocidad de esta cápsula.

Agradezco estar cerca de la ventanilla, no me importa estar arrinconada con los muslos contra mi pecho y el mentón sobre mis rodillas, porque basta estirarme un poco para alcanzar el borde de la ventana. Pego mi frente al vidrio, con las manos construyo una cueva alrededor de mis ojos, como lo hacía cuando era pequeña, veo cómo otras cápsulas van dejando sus estelas de luces rojas y amarillentas que flotan en la oscuridad, se mueven en la misma dirección que nosotros, pero las rebasamos a todas y se convierten en puntos lejanos.

Esta mañana… o la de ayer, la luz natural era opaca, las cápsulas tuvieron que encender sus faros y desde entonces tengo la sensación de que he transitado noches sin parar, o tal vez no sea más que una sola, muy larga. Desearía evocar ahora un día soleado, pero ssssssssss, el zumbido avanza y va mordiendo mis recuerdos, hasta dejar los que aún se me notan en los moretones de mis brazos, no los quiero, pero no se detienen.

Salí de mi sleeping house; tomé el metro, tres paradas en completo silencio; luego la estación en donde los vagones se quedan prácticamente vacíos, como siempre, allí me bajé; otras nucas y otros pasos me condujeron justo por el centro de la avenida, porque las banquetas ya no nos podían contener; ignoramos los insultos de los conductores y el tumulto se repartió entre las seis largas filas de la oficina de desempleados. Era la misma rutina que a veces me hacía olvidar los nombres de los días de la semana, no había ninguna señal, ni un presentimiento de que esto iba a ocurrir, si lo hubiéramos sabido, ¿cuántos de nosotros habríamos faltado a la oficina y cuántos habríamos venido por creer que al final del viaje habría un cielo azul y trabajo para todos? Yo misma no lo sé…

Ya ninguna cápsula lleva nuestro mismo camino, tomamos el carril de máxima velocidad, a través de la ventanilla veo cómo pasamos a centímetros de los edificios de hormigón, con miles de pequeños rectángulos de luz pegados sobre ellos.

SSSSSSSS, aprieto los párpados, sssssssss, intento apagar el zumbido con la imagen más nítida que encuentro: la chaqueta de cuero marrón que delineaba unos hombros cuadrados. Varias veces había visto esa espalda en la fila tres, yo siempre pasaba de largo y aunque me hubiera gustado ser tomada entre esos brazos, no me atreví a volver la mirada para conocer su rostro. Tal vez ahora él esté viajando junto a mí y sea su hombro el que se recarga contra el mío, tal vez… pero ya no vale la pena averiguarlo.

Busqué evadir el tumulto de gente, las historias trágicas de mis vecinos de fila, las miradas de los hombres que a cambio de tu nombre te prometen un trabajo quien sabe dónde, haciendo cosas que no quiero imaginar. Me sumergí en mis audífonos:

Someday I’ll wish upon a star

and wake up where the clouds are far…

Un quejido viene desde esta masa que se funde con la oscuridad, y que de vez en vez, gracias a alguna luz de la calle, se define en brazos, camisetas sucias, cabellos negros. Me esfuerzo por volver a escaparme al lugar claro de la melodía, …behind me. Where troubles melt like lemon drops… La gente empezó a abandonar las filas, pensé que era una redada común de falsificadores de fichas para desempleados, no me quise arriesgar a perder mi sitio. Una ligera vibración golpeaba las plantas de mis pies, eran las pisadas unísonas de un grupo de policías enfundados en sus armazones brillantes. Me paralicé. Cientos de siluetas móviles corrían a mi lado, piernas alargando la zancada, cabellos moviéndose en desorden, nadie me tocó, nadie parecía querer despertarme. De la masa quedaron sólo algunos rezagados, identifiqué los hombros de la chamarra de cuero mientras eran alcanzados por un policía, el hombre de la chaqueta volvió su cara distorsionada por una mueca y un grito que ocultó la música de mis audífonos, away above the chimney tops…, entendí que era a nosotros a quienes buscaban. Tenía que correr, levanté una pierna, luego la otra, pero ninguna de las dos volvió a tocar el suelo, uno de los policías me tomaba por la cintura, forcejeamos, grité, un golpe en mis sienes y la música se terminó.

A partir de entonces todo se ha convertido en una presión constante en mi estómago, en el sudar de mis manos, si me hubiera retrasado, si hubiera corrido…

Las construcciones han dejado de invadir mi vista por la ventana, ahora la llenan siluetas deformes de troncos desnudos. Debimos haber dejado la ciudad, nunca había estado en otro lugar que no fuera la urbe. La gente dice que quien se va de ella, no vuelve; que las señales de tránsito confunden a los conductores para que no puedan encontrar la salida, sin embargo, parece que alguien ha decidido hallar la salida por mí.

Sssssssssssssssss, me esfuerzo, pero ya no puedo escuchar otra melodía, SSSSSSSSSSSSSSSS, aquí adentro la distancia se mide en oscuridad, presiento que lo que viene sólo puede ser peor que la rutina odiada. Resbalo mis manos por el vidrio y desearía poder romperlo.

No recuerdo cuándo me quitaron los zapatos y no sé cuánto tiempo hemos viajado.

Los halos de algún ilegible señalamiento vial aparecen cada vez con menor frecuencia, cuando uno alumbra, las lágrimas de mis ojos lo alargan, como si no quisieran soltarlo.

La velocidad disminuye poco a poco, las ramas de unos matorrales rasguñan el vidrio de la cápsula, un hormigueo me invade desde el pecho. Nos detenemos, el zumbido no cede, se ha quedado en mí. Las puertas de los conductores se abren, ya no las cierran, todos contenemos la respiración, algunos pasos hacen crujir ramas secas, el techo de la cápsula empieza a abrirse, el aire frío alcanza mi rostro, por un segundo me siento aliviada, como algunos otros que lanzan un suspiro, pero un olor fétido se apresura a cubrirlo todo. Quiero refugiarme en las estrellas, no hay ninguna, a lo lejos un grito, sobre mí escucho la respiración de un policía a través de su careta, cierro los ojos, aprieto los párpados, espero que dentro de ellos aún conserve algo, sssssss…

Jimena Alcalá

El techo

June 23, 2011

Ya no miro al techo.  Como muchas mujeres, cada noche me recostaba en la cama, miraba el blanco lienzo que tenía ante mis ojos, y me sentía con la obligación de pintar algo en él.  Mi mente empezaba a correr como galgo, pensando en el día atareado que tendría, en el uniforme de los niños, en la fila en el banco, en el pago de los servicios, en visitar a la abuela, en recoger a los niños del colegio, en acicalarme y sentirme bella, en las compras para la cena…¿compras para la cena? Ni siquiera había amanecido, y ¿yo ya pensaba en la cena?

Ya no miro al techo.  Quiero que el mundo imaginario que alucino cada noche se vaya mucho al carajo y que, al menos por unas horas, me dejen descansar.  Ya no miro al techo.  He decidido que, a partir de hoy, voy a dormir boca abajo.

Claudia Solano

Casita de papel

June 23, 2011

Falda de lana a cuadros ¿me verá linda? ¡Tienen una campanilla como timbre! Buen día, vengo a recoger un plano de mi papá ¿se encuentra el arquitecto? Buenos días ¿eres la hija de Fernando, verdad? Adelante. Siéntate. En un segundo te atiende.

Qué amplia es ésta casa, me agrada la luz que entra por la ventana, ilumina el pasillo a la perfección. Idea de él, claro; en cambio la mesita al centro con el florero, muy mono sí, muy caro seguro, idea de ella. Ya se fue, al menos no la tengo vigilándome. Esos son los pasos de Marco, pausados y firmes, su ropa impecable a pesar de su aspecto de barba con más de cinco días… tamaño conveniente. Sus ojos claros posándose sobre mis medias verdes al cruzar las piernas, la respiración contenida ensanchando caderas y senos…

-Buenos días, Carito.

Lorena Tristán

Marzo

June 23, 2011

Besarte, de eso se trata.

Acción Poética

también se trata de tocarte…

primero de verte a los ojos, o de llegar directo a tus labios

meterme entre tu cuerpo,                    sin darme cuenta olerte

ponerme al día en la memoria visual de la última vez que me llamaste

escucharte,                  recorrerte nuevamente la piel…

el cuerpo entero, las puntas de los dedos

topografía de tu rostro conocido, tus pupilas justo sobre las mías

en ese vaivén mágico de las cuerdas frotadas, justo uno encima del otro

formando parte de algo que no es tuyo, completándose

Por momentos en el . exacto, en q estas dentro, te expandes x todo mi cuerpo

quisieras fundirte solo x un breve espacio,

siempre aleteo de mariposas, irrepetible,       colibrí escurridizo

solo un instante como dejá vu después del preludio, se aflojan tus brazos, se cierran tus ojos llueves sobre mi hasta vaciarte

tanta complicación para un momento tan corto,

-¿cómo petrificar la memoria de verte siempre con ganas de mas?-

de mas de esto que no se repite

y que no acaba de pasar

 Uma Cha

A continuación, los tiempos más difíciles; así que:

June 23, 2011

Ame de verdad: No se conforme con solamente sentir un profundo cariño por esa mujer, más bien idolatre su cuerpo y póngase en completa disposición, en estos tiempo uno no sabe en qué momento pueda desaparecer, así que no es nada agradable no entregarse por completo.

Visite lugares sencillos: No quiera entrar a restaurants caros y cines que lo único que hacen es venderle una bolsa de palomitas por cien pesos, opte por salir a la calle en busca del amor de su vida, con sólo un par de monedas en la bolsa, la pobreza amorosa se disfruta más y al fin de cuentas viene siendo lo más rico de todo.

No le pida comenzar una dieta rigurosa: No la someta a comer manzanas, tomar  litros de agua, correr todas las mañanas y desaparecer sus platillos favoritos del menú, más bien dele toda la libertad, recuérdele lo hermosa que es y seguirá siendo, si presta atención, esos kilos de más solo le dan más personalidad.

No mencione la palabra calma: Déjela explotar de rabia, que reviente frente a usted, que arañe y patalee todo lo que le sea posible, conviértase en un objeto más, y no la frene cuando se esté desquitando con usted, lo único que puede pasar es que le saque algunas muestras de sangre de la manera más rudimentaria. Pero espere, que lo mejor viene después, ya que se le antojara ir a la cama, y usted recibirá una dosis de exquisito placer.

No termine en segundos: Más bien saboree su cuerpo, tómelo entre las manos, voltéelo acarícielo, dele la vuelta, llénelo de su sabor, asesine sus ganas una y otra vez, cuando la destroce por completo, vierta sus órganos en tinta, y póngalos a secar.

Y por último: Un par de meses/años/vida entera no son suficientes, llévela al hartazgo, que sea consciente quién es esa persona a la que sin casarse tendrá que soportar, desanímela, sature su agenda completa, vigílela todo el tiempo, llámele continuamente hasta que ya no pueda más, sin olvidar lo más importante. Escríbale todos los días, y manténgala a la expectativa leyendo justo como lo está haciendo ahora.

Kareen Velázquez