supongamos que soy mister “equis” o “ye” o “zeta”, supongamos que ella, es simplemente ella, hermosa, única, cristalina, perfecta, algo así como una diosa.
supongamos que el amor anda rondando, más por mi mente y por mi corazón que por la vida de ella, digamos que yo sé lo que siento por ella cada vez que la veo, que la escucho, que la huelo, que la sueño, digamos que sí, ella me gusta tal cual es, a veces niña, a veces mujer, a veces vulnerable, a veces caótica, a veces mandamás, a veces beligerante.
supongamos que me armo de valor, algo que no es nada común en mí, que decida por fin decirle a esta criatura hermosa lo que siento por ella, que además de verla como amiga, la pienso como mujer, que deseo expresarle mis sentimientos, supongamos que ella por amabilidad, porque suele ser amable, me escucha atentamente.
supongamos que después de hablarle de todo esto, ella me ve fijamente con esa tierna mirada que es tan suya, esa mirada que es capaz de que uno haga cualquier cosa que ella pida, y con voz dulce y de diosa, me diga: “no estés chingando”.
supongamos que te quiero
que enamorado ya lo estoy de ti
que te espero aquí sentado
cuando debería ir tras de ti
supongamos que te quiero
que estás en cada acto cotidiano mío
que eres las seis de la mañana en mi reloj
mi taza de café caliente para iniciar el día
supongamos que te quiero
que mi esperanza de vivir está contigo
que me aniquilas cada noche con tu ausencia
y sobrevivo al día siguiente en tu sonrisa
supongamos que te quiero
y que desde mi trinchera
vivo cada instante al pendiente de ti
de tu ir y venir en esta vida
supongamos que supones que te quiero
que soy un terco del silencio
que tiendo a esconderme entre la nada
y que aún así, te quiero
te quiero aunque aún no te lo diga
aunque lo supongas y no
supongamos, eso, solamente supongamos.
Alfredo Cisneros “Dracco”
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